lunes, 17 de diciembre de 2007
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EN EL MUNDO DE HOY: escribe María Rosa Perea Shou para la columna de los lunes
SINTIENDO LA PAZ
El arte de vivir conscientemente.
THICH NHAT HANH
“La vida tiene dos dimensiones y debemos ser capaces de sentir ambas. Una es como una ola, y la denominamos dimensión histórica. La otra es como el agua, y la llamamos dimensión última. (...) En la dimensión histórica tenemos certificados de nacimiento y defunción. El día que nuestra madre fallece, sufrimos. Si alguien se sienta cerca de ti y te muestra comprensión, te sientes más aliviado. Tienes su amistad, su apoyo, puedes estrechar su mano. Ése es el mundo de las olas. Se caracteriza por el nacimiento y la muerte, las subidas y las bajadas. Una ola tiene su inicio y tiene su fin. (...) Pero no podemos atribuirle esas características al agua. En el mundo del agua no existe el nacimiento o la muerte, el ser o el no ser, el inicio o el fin. Cuando percibíos el agua, sentimos la realidad en su dimensión última y nos liberamos de todos estos conceptos, de todas las críticas.”
En el mundo del hoy, a merced del tiempo y sus circunstancias, todo parece mostrarnos que vivimos a la medida de un desenfreno y malestar generalizado en toda la humanidad. Miremos donde miremos contemplamos el mundo crítico y frágil en el cual nos movemos. Desde los ecosistemas hasta las relaciones humanas, en cualquiera de sus múltiples facetas, casi todo parece desarrollarse complejamente, cuando no en un caos. Muy a pesar de los numerosos avances que en estos últimos tiempos ha desarrollado el hombre, éste no logra sentirse plenamente realizado, contento, feliz, y muchas veces encuentra en riesgo las funciones vitales de la salud física, psíquica y emocional. Las sociedades modernas, cada día más masificadas, signadas por el consumismo y modismos colectivos, encausan la senda de vacío individual y un desamparo por los valores del ser. Ambientes laborales cada vez más competitivos, insatisfacciones personales, la prisa por los logros, desentendimientos en las relaciones afectivas, entre otras tantas situaciones, conducen a desajustes y enfermedades, las que a su vez casi siempre dejan secuelas en el hombre. El stress de la vida moderna surge como señal de defensa inconsciente frente a las vicisitudes que día a día el hombre debe asumir en su ritmo de vida. Sin duda mucho hay para cambiar en la sociedad que vivimos.
Deberíamos poder retomar una condición más sana y evitar las dependencias a las que cotidianamente estamos sujetos, liberarnos de las tensiones emocionales que nos arrastran a desajustes físicos y psicológicos, fortalecernos interiormente evitando que las adversidades de la vida nos doblegue. Mantener o recuperar la tranquilidad en nuestra vida, la serenidad interior y reconstruir nuestro equilibrio emocional.
Pero no siempre todo sucede a causa del mundo exterior. Sin darnos cuenta, muchos tropiezos que nos damos día a día son consecuencia de nuestros apegos desmedidos. Las más de las veces nos aferramos a ellos casi como resultado del adormecimiento en que transitamos la vida. Difíciles de ver, oír, y entender. No hago referencia al apego de nuestras pertenencias, sino fundamentalmente el de nuestras opiniones, ideas, creencias, pareceres, puntos de vista, verdades concebidas, teorías elaboradas y más. Costumbres con las que nos identificamos y un apego especial por el cual comprendemos casi todas las cosas como si fuesen “yo”, “mío”, “esta es la única verdad", “seguro que es como lo digo yo”, “los otros son los equivocados", correcto”, “la razón”, “lo mejor”...
Podremos estar o no de acuerdo, pero seguro coincidiremos en que “jamás hay un pensamiento que sea igual en dos momentos consecutivos”. Y esto nos muestra como todo es tan cambiante y vulnerable a la vez. Acortar el egoísmo en el que muchas veces estamos inmersos, alivianar nuestras ideas negativas y juzgadoras de los demás, transitar el camino más ligero de equipaje constituye una de las prácticas más elevadas y sublimes. La búsqueda de la perfectibilidad es inherente a la vida humana. Es un proceso riquísimo, de continuos descubrimientos, en el que nos vamos adiestrando poco a poco. Una gran caminata empieza siempre con un primer paso: “tolerancia”.
Es conocida la historia de “un hombre que a la vera del camino encontró un animal muerto en avanzado estado de descomposición. Ante la mirada repulsiva de quienes observaban dijo: ¡Qué bellos dientes!” Esto no quiere decir que dejemos de ver lo que está degradado o desordenado. También veremos esto, pero... no detengamos nuestra atención y mucho menos pongamos insistencia sólo en el aspecto negativo sin más que por la mera crítica o censura. Aprendamos a ser benevolentes, con nosotros mismos y los demás, e intentemos que nuestras emociones negativas no se conviertan en el obstáculo que nos impida caminar más serena y fraternalmente. Vivir conscientemente y desarrollar la práctica de la ecuanimidad posibilita una constancia de nuestro ánimo y la imparcialidad en nuestros juicios; además dará a nuestros pensamientos y sentimientos una dirección más sana: “un sentir la paz interiormente”.
Esto es lo que yo siento y creo, pero no hay garantías de nada.
Les dejo una máxima de Mahatma Ghandi
Toma una chispa de sol y hazla volar donde reina la noche e ilumínala para que surjan todas las estrellas.
Toma un río de agua y baña en el a quien vive en el lodo.
Toma una lágrima, ponla en el rostro y el alma de quien nunca ha llorado.
Toma el sentimiento mágico de la vida y otórgalo a quien no sabe encontrarlo.
Toma la esperanza, vive en su luz y repártela a todos.
Toma de la bondad lo más hermoso y dónalo a quien no sabe donar.
“DESCUBRE EL AMOR VERDADERO Y HAZLO CONOCER AL MUNDO”
SHOU
Invitada Especial " Shou - Maria Rosa Perea"
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On: 17:37
EN EL MUNDO DE HOY: escribe María Rosa Perea Shou para la columna de los lunes
SINTIENDO LA PAZ
El arte de vivir conscientemente.
THICH NHAT HANH
“La vida tiene dos dimensiones y debemos ser capaces de sentir ambas. Una es como una ola, y la denominamos dimensión histórica. La otra es como el agua, y la llamamos dimensión última. (...) En la dimensión histórica tenemos certificados de nacimiento y defunción. El día que nuestra madre fallece, sufrimos. Si alguien se sienta cerca de ti y te muestra comprensión, te sientes más aliviado. Tienes su amistad, su apoyo, puedes estrechar su mano. Ése es el mundo de las olas. Se caracteriza por el nacimiento y la muerte, las subidas y las bajadas. Una ola tiene su inicio y tiene su fin. (...) Pero no podemos atribuirle esas características al agua. En el mundo del agua no existe el nacimiento o la muerte, el ser o el no ser, el inicio o el fin. Cuando percibíos el agua, sentimos la realidad en su dimensión última y nos liberamos de todos estos conceptos, de todas las críticas.”
En el mundo del hoy, a merced del tiempo y sus circunstancias, todo parece mostrarnos que vivimos a la medida de un desenfreno y malestar generalizado en toda la humanidad. Miremos donde miremos contemplamos el mundo crítico y frágil en el cual nos movemos. Desde los ecosistemas hasta las relaciones humanas, en cualquiera de sus múltiples facetas, casi todo parece desarrollarse complejamente, cuando no en un caos. Muy a pesar de los numerosos avances que en estos últimos tiempos ha desarrollado el hombre, éste no logra sentirse plenamente realizado, contento, feliz, y muchas veces encuentra en riesgo las funciones vitales de la salud física, psíquica y emocional. Las sociedades modernas, cada día más masificadas, signadas por el consumismo y modismos colectivos, encausan la senda de vacío individual y un desamparo por los valores del ser. Ambientes laborales cada vez más competitivos, insatisfacciones personales, la prisa por los logros, desentendimientos en las relaciones afectivas, entre otras tantas situaciones, conducen a desajustes y enfermedades, las que a su vez casi siempre dejan secuelas en el hombre. El stress de la vida moderna surge como señal de defensa inconsciente frente a las vicisitudes que día a día el hombre debe asumir en su ritmo de vida. Sin duda mucho hay para cambiar en la sociedad que vivimos.
Deberíamos poder retomar una condición más sana y evitar las dependencias a las que cotidianamente estamos sujetos, liberarnos de las tensiones emocionales que nos arrastran a desajustes físicos y psicológicos, fortalecernos interiormente evitando que las adversidades de la vida nos doblegue. Mantener o recuperar la tranquilidad en nuestra vida, la serenidad interior y reconstruir nuestro equilibrio emocional.
Pero no siempre todo sucede a causa del mundo exterior. Sin darnos cuenta, muchos tropiezos que nos damos día a día son consecuencia de nuestros apegos desmedidos. Las más de las veces nos aferramos a ellos casi como resultado del adormecimiento en que transitamos la vida. Difíciles de ver, oír, y entender. No hago referencia al apego de nuestras pertenencias, sino fundamentalmente el de nuestras opiniones, ideas, creencias, pareceres, puntos de vista, verdades concebidas, teorías elaboradas y más. Costumbres con las que nos identificamos y un apego especial por el cual comprendemos casi todas las cosas como si fuesen “yo”, “mío”, “esta es la única verdad", “seguro que es como lo digo yo”, “los otros son los equivocados", correcto”, “la razón”, “lo mejor”...
Podremos estar o no de acuerdo, pero seguro coincidiremos en que “jamás hay un pensamiento que sea igual en dos momentos consecutivos”. Y esto nos muestra como todo es tan cambiante y vulnerable a la vez. Acortar el egoísmo en el que muchas veces estamos inmersos, alivianar nuestras ideas negativas y juzgadoras de los demás, transitar el camino más ligero de equipaje constituye una de las prácticas más elevadas y sublimes. La búsqueda de la perfectibilidad es inherente a la vida humana. Es un proceso riquísimo, de continuos descubrimientos, en el que nos vamos adiestrando poco a poco. Una gran caminata empieza siempre con un primer paso: “tolerancia”.
Es conocida la historia de “un hombre que a la vera del camino encontró un animal muerto en avanzado estado de descomposición. Ante la mirada repulsiva de quienes observaban dijo: ¡Qué bellos dientes!” Esto no quiere decir que dejemos de ver lo que está degradado o desordenado. También veremos esto, pero... no detengamos nuestra atención y mucho menos pongamos insistencia sólo en el aspecto negativo sin más que por la mera crítica o censura. Aprendamos a ser benevolentes, con nosotros mismos y los demás, e intentemos que nuestras emociones negativas no se conviertan en el obstáculo que nos impida caminar más serena y fraternalmente. Vivir conscientemente y desarrollar la práctica de la ecuanimidad posibilita una constancia de nuestro ánimo y la imparcialidad en nuestros juicios; además dará a nuestros pensamientos y sentimientos una dirección más sana: “un sentir la paz interiormente”.
Esto es lo que yo siento y creo, pero no hay garantías de nada.
Les dejo una máxima de Mahatma Ghandi
Toma una chispa de sol y hazla volar donde reina la noche e ilumínala para que surjan todas las estrellas.
Toma un río de agua y baña en el a quien vive en el lodo.
Toma una lágrima, ponla en el rostro y el alma de quien nunca ha llorado.
Toma el sentimiento mágico de la vida y otórgalo a quien no sabe encontrarlo.
Toma la esperanza, vive en su luz y repártela a todos.
Toma de la bondad lo más hermoso y dónalo a quien no sabe donar.
“DESCUBRE EL AMOR VERDADERO Y HAZLO CONOCER AL MUNDO”
SHOU
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